domingo, noviembre 13, 2005

La Marca del Diablo II

II
Raudamente bajo de su caballo, la niebla cubría las huellas de su perseguido, su pecho se apretaba cada instante mas, la garganta se convertía en un nudo, nudo que le complicaba el respirar, su cuerpo temblaba del solo hecho de pensar en aquella escena que dejaba en su hogar, y con la imagen de su mujer e hija tiradas en el suelo, ambas envueltas en sangre, con sus cuellos cortados, y sus pechos mutilados, y el rostro de aquel sujeto saliendo por la ventana, en su mente no dejaba de verlo, jamás se le borraría.
Se aproximo a ellas, les tomo sus manos, y arrodillado frente a ellas juro venganza, tomo su ballesta, y fue hasta el corral para tomar a su caballo, para comenzar la casería. Jamás había visto noche mas sombría que esa, la luna no paresia favorecerle, en ese momento la niebla era espesa, pero ya con el pasar de la hora se fue disipando, creía haber perdido la pista de aquel maldito, pero de entre los arbustos el jadeo del hombre le indicaba que estaba ya cerca, y una sonrisa macabra le cubrió el rostro, mientras sus lagrimas y sudor caía por su rostro.
Miguel Romo 13/noviembre/2005

La Marca del Diablo

Y aquel día, su alma fue marcada por garras de tinieblas, nunca imagino lo que le pasaría, solo actuó bajo la influencia de sus ideas. Sus pensamientos lo llevaron a un estado de inconsciencia, aquellas acciones marcarían su destino para siempre. Bajo un manto de oscuridad, sus pasos se silenciaban con el canto de los grillos, su única luz era la de la luna, aquella noche se respiraba olor a muerte, y el diablo era anfitrión para sus más primitivos y salvajes pensamientos, todos aquellos decorados con pinceladas de sangre e ira, sus manos temblaban con el latir de su pecho, su cuerpo húmedo por el trote de la noche, y el jadeo incansable que comenzaba a decaer por el cansancio de las horas.
No tan lejos de hay, los cascos de un corcel, rompían con el silencio de la noche, su jinete, un hombre de oscuras vestiduras, y cuyas intenciones eran acabar al criminal, con sus propias manos, quien fue capaz de robarle su vida, sus sueños, todo lo que el amaba. Sus ojos llenos de ira, se nublaban con lágrimas que le quemaban la vista y le recorrían las mejillas, hasta llegar a su boca, jamás había probado trago mas amargo, nunca quiso probarlo.



Miguel Romo 13/noviembre/2005